INTRODUCCIÓN:
Muchas leyes y derechos de los Argentinos en los años 70’s se vieron “suspendidos” por el golpe de estado que se instaló con el gobierno de Jorge Rafael Videla en el proceso llamado “Proceso de reorganización nacional” cuyo objetivo manifiesto era ordenar, reorganizar y sacar adelante un país que se encontraba atravesando una profunda crisis en todos los ámbitos. Este proceso que se inició en el año 1976 dejó secuelas de aquella misión cuyo precepto pareció ser al mejor estilo de la frase maquiavélica “el fin justifica los medios”. Significó así un período teñido por la eliminación del supuesto desorden eliminando directamente al que lo provocaría según sus concepciones. Así, se elaboró un meticuloso plan sistemático de secuestros, torturas, desapariciones del cual muchos argentinos y sobre todo los directamente afectados nunca podrán olvidarse. La sangrienta represión del proceso, con una profunda violación de los derechos humanos, tenía como objetivo primario “restablecer el orden”, que en la concepción de la junta militar significaba eliminar drásticamente los conflictos que habían sacudido a la sociedad en las dos décadas anteriores pero con ellos a sus protagonistas. Para muchos era “el comienzo del fín”, que acabó con la “desaparición” forzada de alrededor de 30.000 personas cuyas consecuencias aún se sufren. ¿Porqué?.
VIOLACIÓN MASIVA DE DERECHOS
En general se aceptan los derechos humanos que se hallan establecidos, tanto en el plano nacional como en el internacional, si bien no existe un acuerdo universal ni en cuanto a la naturaleza de los mismos en la teoría, ni en cuanto al grado de aplicación real en la práctica. Para algunos, los derechos humanos tienen una naturaleza divina, para otros moral, para otros legal y para otros poséen las tres naturalezas. Con los actos de secuestros atroces, algunos indescriptibles, generando verdadero clima de terror social[1] en esa época, se violaron un importante número de derechos de las personas, pero entre ellos el más importante y absoluto: el derecho a la vida. Nuestro proceso militar comporta la violación de una serie de derechos humanos internacionalmente reconocidos:
a) El derecho a la libertad y a la seguridad personal (art.3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, art. 9 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art.1 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, art.7 de la Convención Americana de los Derechos Humanos, art.5 de la Convención Europea.)
b) Derecho a no ser arbitrariamente detenido o preso (art.9 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, art.9 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art.25 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, art.5 de la Convención Americana de los Derechos Humanos, art.5 de la Convención Europea)
c) Derecho a un juicio imparcial en materia penal (art.10 y 11 Declaración Universal de Derechos Humanos y art. 16 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art.7 Convención Americana de los Derechos Humanos, art.5 Convención Europea)
D) Derecho a no ser sometidos a torturas ni penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, a no ser privado arbitrariamente de la vida (art.3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, art.6 del Pacto Internacional de Derechos civiles y Políticos, art.1 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, art.4 Convención Americana de los Derechos Humanos, art.2 Convención Europea.)
e) En el caso que la desaparición afecte a mujeres embarazadas y niños lactantes se configura otra violación particular (art.25, 2 Declaración Universal de Derechos Humanos, 24,1 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, artículos 10, 2 y 3 Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales, art.7 Declaración de los Derechos del Niño y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, Parte I, 7 y 17 de la Carta Social Europea).
La metodología que se utilizó para la desaparición de personas, con su secuencia de secuestro, tortura, crimen, ocultamiento del cuerpo de las víctimas y sustracción de pruebas y rastros de lo sucedido, fue el medio maquiavélico por el cual el terrorismo de Estado llevó adelante este genocidio e intentó asegurarse impunidad por los delitos cometidos. Hay que recordar que fué el propio represor quien intentó inscribir (y de hecho lamentablemente lo logró) el significante “desaparecido” en el discurso social[2], significante con el cual el General Videla planeaba hacer entender que ellos no habían cometido nada, haciendo saber que las personas desaparecidas no estaban ni muertos ni vivos, no se sabía!, por tanto no tenían nada que ver, ni deber ser juzgados por ningún hecho. Por el contrario como veremos más adelante se intentó la culpabilización externa diluyendolá entre el pueblo. Luego darían a conocer el llamado “informe final” de la dictadura con el que se pretendió, por el simple paso del tiempo sin obtener señales, dar por muertos a los desaparecidos sin dar los nombres, donde acentuaron esta idea perversa[3] pero a la vez inocente. Perversa por las enormes consecuencias posteriores que tendría hasta hoy a treinta y cuatro años del suceso sin pensarse culpables en ningún sentido, e inocente porque pensaron que su implacable terrorismo iva a acallar aún la angustia y el dolor de los familiares de las víctimas y todo intento de búsqueda de justicia. Pero como en el presente trabajo se pretende mostrar en esto se equivocaban demasiado. Y no sólo eso sino que quizás no pudo ser de otra manera ni aquí, ni en ningún otro lugar o época que hubiera sucedido lo mismo, el hecho de que surgiera “un síntoma” inevitable, como “las madres de plaza de Mayo”, ¿porqué?. Quizás a causa del ocultamiento y encubrimiento continuo de los hechos de la dictadura durante más de tres Gobiernos, muy pocos se han parado a pensar al punto de preguntarse ¿qué es lo que lleva a esas madres de plaza de Mayo a manifestarse con tanta insistencia aún a más de 30 años de lo sucedido? Si es de suponer que están muertos…Los juicios y opiniones de gran parte del pueblo argentino todavía parecen ser los que indujo la dictadura misma durante el tiempo que duró: por ejemplo el rotulo de “las locas de plaza de Mayo” o cuestiones como “¿Porqué no se ponen a trabajar?” o bien porque “sus hijos en algo andarían”. En el discurso social pareciera aún hoy que se trata de que “quieren política”, o bien que ya se les hizo una costumbre. Pero la realidad oculta es otra y que comenzó a saberse pocos años atrás.
NI VIVO, NI MUERTO...DESAPARECIDO: EL DUELO IMPOSIBLE
Al abordar este tema me pregunté ¿como hace una persona normal para llevar a cabo un duelo por alguien que no sabe si está muerto o mañana se le aparece en la puerta de casa?. Algunos familiares de las victimas han manifestado por ejemplo que: “La desaparición es algo muy difícil. ¿Dónde está?¿Cómo está? Hacer un duelo es enterrar a la persona, enterrar y saber que está ahí” o “En mi cabeza estaban las dos cosas juntas, está muerto, esta vivo”. Y es que no hay cuerpo, no hay muerto, no pueden haber ritos de despedida, ni tumbas, ni espacio, ni tiempo. Hay vacío y simple ausencia.
REPRESOR: LA PATOLOGÍA DE LA ÉTICA
La junta militar monopolizó no sólo el crimen, sino también se encargó de apoderarse y resignificar los símbolos de la muerte y del cadáver. Esto es quizás el hecho perdurablemente más atroz que pudieron haber hecho.
Una de las perspectivas centrales con que abordo el tema del duelo por los desaparecidos en la dictadura, en el presente trabajo, tiene en cuenta una visión clínica psicoanalítica de este caso particular como una clínica de la ética[4] (Miller) que considera un punto donde la psicopatología y la ética se confunden porque se conectan. Es una de las maneras posibles de tratar muchas problemáticas y creo que más aún ésta. Jacques Miller dice: “Retroceder frente a la conjunción psicopatología-ética sería afirmar: “Somos científicos y la ciencia de los trastornos mentales no tiene nada que ver con la condena ética”[5]. Allí el autor explica que existe una patología de la ética donde hay intento del hombre de destrucción del organismo humano, de destruir su propio ambiente y cita como ejemplo el adelanto de las ciencias y tecnologías con la amenaza a la humanidad que a veces implica y que sólo una cuestión ética puede frenar la obsesión por un progreso científico individualista y egoísta que para la humanidad implica, o puede implicar a futuro, su amenaza inminente ya que termina destruyéndola. Miller afirma que es posible que aquel científico que “está dispuesto a sacrificar todo por su investigación, que de su investigación hace su bien supremo sea el gran perverso moderno”. Esta concepción me parece muy aplicable y extendible a toda acción realizada por fuertes ideologías en el hombre, sean ellas cuales fueren, que planteadas con un objetivo de supuesto progreso ocultan sus vías hacia la destrucción de la sociedad, de la humanidad y finalmente no apuntan más que a la autodestrucción. Es un intento de progreso egocéntrico, egoísta directa o indirectamente que en algún modo expresa el narcisismo[6] del hombre en el equilibrio consciente de los beneficios progresistas y las consecuencias nefastas a futuro resultado de su trabajo. Sabido es que el “trabajo” de la dictadura estaba sustentado por una fuerte ideología, cuyo objetivo o fines, hoy claramente visibles, apuntaban a una solución hacia una supuesta armonía, buena economía, paz, solución de crisis, etc, pero a través de la destrucción del ser humano, la autodestrucción. Esto es la patología de la ética a la cual Miller describe como la perversión. Termino que tiene las connotaciones antes descritas y es el punto donde la psicopatología incide en la ética, “una Perversión del sentido ético mismo”[7]. A su vez considera otro punto de vista donde no sólo eso que se llama perversión tiene que ver con la ética, sino también la neurosis y la psicosis. Hacer una clínica de la ética sería hacer una clínica “eticopatologica”. Si bien se entiende por este punto de vista que tanto en la neurosis, psicosis y perversión se pueden presentar una patología de la ética no es difícil imaginar clínicamente que en la perversión ( y quizás también en la paranoia) ese desvío ético que plantea Miller es mucho más consciente y sin capacidad de culpa o remordimiento (requisito para ser un sujeto ético) y apunta mucho más directamente a la autodestrucción. Están los hechos en los casos de “psicópatas”[8] que así lo demuestran donde se aprecian falta de “moderación” en los crímenes, el gusto por los excesos, las concepciones de una noción de ley intrapsiquica invertida o pervertida del vivir, entendidos a nivel destructivo del ambiente, del cuerpo, del organismo, tal cual lo plantea Miller y en los cuales, como si fuera poco, no se vislumbra esa responsabilidad subjetiva (al menos en el sentido que sea coherente con el hecho), que implica poder responder subjetivamente, reconocerse en lo que se hace. Sin embargo entiende y es plenamente consciente de sus actos. Dentro de estos casos me parece imposible no incluir en este trabajo, el fenómeno llamado “Proceso de reorganización nacional” del 76 perpetrado por la junta militar argentina del Gral. Rafael Videla.
Siguiendo a Miller en su concepción de salud mental, se puede decir que hubo una alteración del “orden publico” por parte de la junta militar pero que fue inversamente aplicada o, si se quiere, proyectada, ¿porqué?. Bajo el régimen de la dictadura “los locos” o trastornados són los familiares y madres de plaza de Mayo (“las locas”). Pero al poder pensar hoy, bajo una sociedad democrática, si se la entiende como aquella que todos queremos en la Argentina, y donde hay, por cierto, libertad de expresión, el militar de la dictadura es el que está trastornado y no podría “andar suelto”, porque sería un peligro para la sociedad misma y más aún para las víctimas de la represión y manipulación durante aquella época.
Respecto a la dictadura algunos autores se plantean lo siguiente: ¿Podría decirse que es un Estado “perverso”[9], cuando ya no se confía en que el estado tenga el objetivo del bien para los gobernados sino la destrucción de los mismos? En un uso ético de la palabra perversión seguramente habría amplio consenso pero ¿en sentido psicopatológico?[10]. Como trato más abajo hay características particulares de este estado que al psicólogo le resonarían familiar. En este punto la psicopatología se confunde claramente sobre la ética ya que, como fue planteada, la perversión es la patología de la ética, una perversión del sentido ético, o lo que es lo mismo referirse a un estado que no se apoya en la ética para sus acciones! Sin embargo, sí la exige a los gobernados. Un estado que exige responder a sus acusados por sus actos (secuestro, interrogatorio, tortura y muerte), pero en su lugar y cuando le ha llegado su turno no puede hacerlo[11], en su lugar niega los hechos como si no hubieran pasado nunca, un negar la realidad durante y después del proceso, es mentir para hacer creer que se responde por el acto, alterando el orden publico, inviertiendo los parámetros de salud/enfermedad, como mencioné arriba, y manipulando a la población con la culpa.
HACER DESAPARECER A UNA PERSONA: ¿HACER VIVIR EN LA ANGUSTIA?
Creo que, si bien se conocen que hubo 30.000 desaparecidos como consecuencia de la dictadura, no está muy divulgado en la consciencia colectiva de la sociedad argentina las consecuencias destructivas a posteriorí que dejó esa desaparición forzada de personas perpetradas por la junta militar de Jorge Rafael Videla. Uno al escuchar en algún medio y reflexionar sobre algún hecho nefasto perpetrado por Videla y sus seguidores, no es raro que se pueda preguntar ¿“qué tendrán en la cabeza estos tipos?” y al hacerlo es porque se percibe cierta extrañeza humana, como alguien que “no es de los nuestros” es así que la gente rotula estos casos, como con un mecanismo de diferenciación a nivel del ser, como el famoso caso de “El Monstruo de Amstetten”[12], quizás porque no entiende cómo se puede diferenciar tanto a ese nivel, entre seres supuestamente de la misma naturaleza, es decir humanos. La metodología de la desaparición de los militares del 76 fue el medio por el cual el terrorismo de Estado llevó adelante el genocidio e intentó asegurarse la impunidad por los delitos cometidos. Sí, se asesinaron a miles de personas pero posteriormente, podemos expresarlo en estas formas: no se tuvo la consideración de dar a conocer el estado de las victimas de la desapariciones o bien, se eligió y se prefirió dejarlos como “una incógnita” (“desaparecidos”) como para que los familiares la resuelvan, pero luego aplicando al mismo tiempo otra metodología de acciones inductoras en la población para que nó lo hagan. Incógnita que costaría y sigue costando aún hoy “resolver” a los familiares y que tiene como impulsor la lucha contra el estado de angustia y el deseo de terminar un estado mental de duelo. Pues esto abre quizás la pregunta fantasmatica, por la angustia misma, aquella planteada por Freud con el fort-dá, ¿está, no está?, es decir aquí está muerto, o está vivo?, ¿Donde está? Etc. Pregunta que el estado militar deja a la ciudadanía abandonada en la imposibilidad irresoluble[13] para exculparse. Las psicólogas Diana Kordon y Lucila Edelman autoras de “Efectos psicológicos de la represión política” enumeran allí y explican en detalle los mecanismos en torno a las desapariciones que aplicó el proceso de reorganización nacional y que aquí sólo sintetizo:
1-Inducción a guardar silencio: Esto reforzaba el miedo y generaba en el plano individual diversas configuraciones defensivas.
2-Inducción de sentimientos de culpa: Para la dictadura eran los padres o las familias de los desaparecidos los responsables de su situación (la víctima es el culpable). Se vislumbraba un intento de desacreditación de la institución familia.
3-Inducción a dar por muerto al desaparecido: Firman la Ley de presunción de fallecimiento. La junta militar modificó el Código Civil para forzar a los propios familiares de los desaparecidos a darlos por muerto.
4-Inducción a considerar la disidencia política como una falta de adaptación social y, por lo tanto, como campo de la enfermedad mental.: Las “locas”: se señala como loco precisamente a aquel que denuncia mensajes contradictorios, psicotizantes y encubiertos, a aquel que no se pliega a la renegación social.
5-Inducción en la población del mecanismo por el cual la sola desaparición de una persona sería prueba de su culpabilidad: La idea lamentablemente hasta hoy extendida de que “En algo andarían”. Al aceptar este mecanismo se tenía una sensación ficticia de seguridad personal en el sentido de que al que permanezca quieto no le va a pasar nada, a la vez que se intentaba lograr consenso acerca de la legalidad, moralidad y etica del sistema de desapariciones.
6-Inducción al olvido: Desde mi perspectiva esta es la gran e “inocente” equivocación que intenta todo perverso tras su acto. Implica desde lo legal el propósito de manipular psicológicamente para eludir la justicia, y que es lo único que puede permitir la reparación individual y social.
7. Inducción a la dilución de responsabilidades: Otro mecanismo psicopatologico de quien no puede responder por sus actos. La idea de que “Todos somos culpables” da cuenta del intento de encubrir responsabilidades extendiéndolas a todo el pueblo.
Esta metodología y aquella condición de las victimas de “desaparecidos”, a mi parecer, es lo que por su parte fue tan salvajemente perverso que les jugó en contra y ayudó a condenar a muchos represores (de lo contrario no se hubiese aplicado la justicia que hasta nuestros días se les aplicó) a través de la insistencia de los familiares a través de tantos años. Insistencia que esconde una profunda imposibilidad que, como el peligro de muerte, lleva a un estado limite de la condición humana al familiar duelante por un desaparecido, y que, si tenemos en cuenta este aspecto, es un crimen aún peor que el más frío asesinato Es decir, el hacer sencillamente “desaparecer” a una persona deja al familiar viviendo en la incógnita de no saber, que hace flaquear su fantasmatica personal. No saber, no poder confirmar si está vivo o está muerto[14], pero sobre todo no poder decidir si comenzar a hacer o nó el duelo (o bien vivir en el duelo permanente), por lo que la mayor condena es a permanecer en el estado de angustia hasta tener lo que Freud llamó Prueba de realidad[15], condición para hacer un duelo normal por un fallecido, contar con el cuerpo muerto para asumir que efectivamente lo está. Tener la certeza de que está muerto para comenzar a hacer el duelo, el ritual de despedida, etc, o bien la certeza de que está vivo para seguir buscándolo. Y si nos remitimos a la clínica psicoanalítica, sabemos que el estado de angustia en el otro es la búsqueda afectiva, por decirlo así, favorita del perverso. El perverso angustia al neurótico, “pretende que el Otro cargue con la barra”[16], esa falta de la que él reniega quiere asumirla en el otro. Aquí la idea del represor deja a los familiares abandonados como directamente frente a la angustia, frente a la muerte sin poderla simbolizar. ¿Hay algo más atroz, más salvaje que esta voluntad para con el otro?. Por su parte, como medios de solución a esta problemática dejada por la represión, si la tarea del psicoterapeuta, en el caso de un duelo por un fallecido, es sólo acompañar su curso para sobrellevarlo de la mejor manera, ni adelantarlo, ni retrasarlo, ¿qué puede hacer como tal para darle alguna solución a un duelo imposible?. Muchos admiten la resignación. Por lo que deja a los terapeutas también en una imposibilidad real de resolución o en el mejor de los casos los deja ante la emergencia de la formulación de nueva teoría y estrategias clínicas para este problema cuando aquella imposibilidad no es justamente subjetiva sino inducida externamente. Porque si entendemos que está claro que no es que las madres de plaza de Mayo “están todas locas” ni tampoco aquellos familiares sufrientes por desaparecidos ya hace treinta y cuatro años[17] sino que sus procesos de duelo están paralizados en el tiempo, bajo una imposibilidad de llevarlos a cabo, imposibilidad sostenida por causas externas, podemos entender el nivel de destrucción humana ejecutada sobre los familiares de las victimas en vida. Lo cual no es asesinato en sus casos, pero es hacer vivir constantemente en la angustia durante, al día de hoy, treinta y cuatro años.. No hay muerto, tampoco hay vivo, hay un ausente. Dice la licenciada Hoste, a cargo del grupo terapéutico de madres “Si no tomáramos en cuenta el fenómeno que las determina, bien podríamos ubicar estas situaciones como la patología de un duelo”[18], es decir caer en la idea de un duelo patológico en todos los casos, es decir considerar enfermos a la totalidad de los familiares, dado el tiempo que llevan a la fecha en esa batalla permanente que debiera durar no más de dos años y que no es sólo por justicia sino que está determinada por una condición existencial muy primaria: el deseo de querer salir de la angustia, deseo de luchar por vivir. En este sentido, no hay otro estado afectivo más displacentero e insoportable, de desamparo, para el ser humano que la angustia, por el hecho de hacerlo sentir ante a la presencia viva de la muerte. Y como estado afectivo límite, Freud lo ha expresado “la angustia como estado afectivo (…) está al servicio de la autoconservación”[19].
30.000 y 34 AÑOS, CULPABLES. JUICIO Y CASTIGO
De la parte que nos toca como ciudadanos creo que como Castoriadis se refiere sobre Aristoteles en El avance de la insignificancia[20] aquí faltó durante mucho tiempo en Argentina, a causa de los encubrimientos de Gobiernos sucesivos luego de la dictadura, hacer esa “Phronesis” (del griego: Φρόνησις) como la habilidad para pensar cómo y por qué debemos actuar para cambiar las cosas, especialmente para cambiar nuestras vidas y las de los demás para mejor. Hubo un psiquiatra, psicoanalista y cineasta que desde hace décadas ha estado interesado en el tema de la represión y en su “destape” para contribuir a la justicia pero él mismo ha sido censurado, el Dr. Abudara Bini, quien le hizo frente a la complicidad, censura y amenazas de muerte de tres Gobiernos sucesivos a la dictadura con el fin de encubrir los hechos sucedidos en la misma. Pero recién en 2007 con Nestor Kirchner en la presidencia, se comenzó a “destapar la olla” a nivel social y entonces comenzaron los juicios en cadena.
En la parte que le toca al represor, como si utópicamente se tuviera en cuenta las perspectivas psicoanalíticas en el sistema legal de la justicia me pregunto y me cuestiono ¿Es perdonable la acción de personas que actúan a tal nivel de inhumanidad con otros? Agravado por la cantidad de victimas muertas y victimas vivas. Siguiendo a Foucault y sus debates sobre la aplicación de la pena de muerte: si no puede ser considerada aplicable la pena de muerte en personas que están a favor de tal nivel destructivo masivo como la del proceso militar que no deja de implicar un profundo desprecio por la humanidad ¿a quién es aplicable?. En los niveles de moral de Kohlberg el represor que representa a la dictadura obró claramente de acuerdo al nivel más primitivo pre-moral o pre-convencional, donde no se comprende el significado y función de la norma, “se distorsionan los mandatos conforme a sus deseos”, pero pretendió para los demás, para el pueblo, que tenga el nivel de moral convencional en donde se supone que el individuo acepta sin apenas reflexión crítica los modelos establecidos desde la perspectiva de miembro de la sociedad “a la vez que destaca que la regla de conservar la vida es superior..”.
Ahora, teniendo en cuenta el peligro de un individuo que obra de aquel modo, es decir, suponiendo y aplicando para los demás una concepción de norma, una ética y una moral determinada pero silenciosamente sin incluirse él, si es cierto que el problema de una ley de pena de muerte es más un problema de consciencia de los jueces que la inconsciencia del criminal y también, que puede implicar un temor social generalizado ¿ no estaría toda la cuestión en si se puede calificar o no inclusive de “humano” y “social” en términos legales al individuo que sostiene (y ejecuta) semejantes ideologías de eliminación?. Resultará quizás raro suponer un individuo que pueda ser “asocial” dado que de una u otra forma el ser humano vive en sociedad, pero para aquel caso ya hace tiempo que por ejemplo, la psiquiatría ha denominado “Trastorno antisocial de la personalidad”[21] para cierto tipo de personas cuyas características psicológicas muestran que no obran ni favorecen el vivir en sociedad, entendida ésta en la forma más básica como conjunto de individuos que comparten una cultura, y que se relacionan interactuando entre sí, cooperativamente, para formar un grupo o una comunidad. Creo que en el caso del perverso no sólo se debiera juzgar por el crimen cometido sino por su inhumanidad constituyente e inherente, a veces cerca de un instinto animal, básicamente inmodificable bajo ningún método terapéutico hasta la fecha. Y es que en el caso de la perversión es característico que sea más un problema que perjudica al otro que un problema de salud mental propio en el sentido de alguien que sufre por la misma. Constituye una paradoja que una patología sea un problema no tanto para el individuo que la posea sino para quienes se encuentran alrededor y es por estas características que, desde mi perspectiva, se debiera considerar criterios muy apartes cuando se está ante la presencia de esta entidad mental con respecto a otras. Pero para esto, el sistema judicial debe contar con un aparato de psiquiatras y psicoanalistas, de otro modo se enteran de aquella patología de la ética, como es característico que así suceda, cuando el hecho ya está consumado. Citando un ejemplo de La angustia de juzgar de Foucault, en Francia hay ley de pena de muerte pero es aplicable a un reducido número de criminales, “tal es así que en nueve años ha habido cinco ejecuciones”. En Argentina, un país que por un lado, por sus condiciones de vida, no le faltan altos criminales y que, por otro, especialmente por haber sufrido una dictadura militar, esa época y sucesos debieran tener un trato legal fuera de lo común, especial y particular[22] dado que los sucesos y las condiciones en que se produjeron así lo fueron. Uno se puede cuestionar si el problema para juzgar adecuadamente con aplicación de pena de muerte o nó será como dice Laplanche[23] que existe “un desnivel entre la angustia innombrable que procede de nuestra propia pulsión de muerte y el sistema que introduce la ley”. Jean Laplanche opina que si la gente se plantea tantas cuestiones en torno a la pena de muerte se debe a aquellos que están “fascinados por su propia agresividad porque saben que ellos llevan el crimen dentro de sí y que el monstruo que se les presenta se les asemeja”. Esto sucede de hecho y sólo es fácil de vislumbrar para aquel que es estudioso de los mecanismos y contenido que hay en nuestro inconsciente; la pulsión de muerte y la expresión de la agresividad inconsciente, que como inconsciente que es, no se suele reconocer y que en su lugar surge como temor cuando se vé reflejada en la del Otro, como le sucediera al famoso caso de Freud El Hombre de las ratas[24] con aquel “capitán cruel” con el que no vé sino su propia agresividad reflejada y la consecuente atemorización. Si bien en todo ser humano hay presencia de Pulsión de muerte, tendencia al aniquilamiento del otro, agresividad, etc y todo lo que tiene que ver con la muerte, es menor en aquellos pocos que tienen la cuestión asumida en la consciencia y por ello sucede quizás como lo que afirmara Badinter, que el problema de consciencia[25], es la relación personal (inconsciente) con la muerte que deben enfrentar los jueces. Si sucediera que se produce identificación con el criminal en el momento de tomar la decisión de juzgar!, entonces se termina por no juzgar adecuadamente y lo que sale es una pena mínima que no es aceptable ni para el mas compasivo religioso. Sea esto también aplicado a los gobiernos subsiguientes a la dictadura militar del 76 cuando el país se entera entre tantas otras noticias, por ejemplo que “se morigeraron las penas en el gobierno de Menem[26]”, justamente un mandatario cuya ética y moral permanecen muy cuestionables. Entonces, para terminar, quizás sea como afirmara Freud en aquella entrevista inédita de 1926 acerca de la maldad constitutiva en el hombre, que teniendo sus raíces inconscientes es mucho más poderosa que la de un animal, por eso luego permite identificarse con ese lado salvaje en el otro… para luego disculparle y liberarlo, pero cuyo fín inconsciente es “disculparse” a sí mismo. Afirmaba Freud que:
“Los animales son más simples. No sufren de una personalidad dividida, de la desintegración del yo, que resulta de la tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal, es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho más desagradables que las emociones simples y directas de un perro, al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las emociones del perro nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconscientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o Héctor”[27].
Rodrigo Reinante
Tesista de Lic. En Psicología
BIBLIOGRAFÍA
- Marta L. Hoste. La Desaparicion: Efectos Psicosociales En Madres
- Castoriadis. El avance de la insignificancia, capitulo: La miseria de la ética, 1993.
- Sigmund Freud. Angustia y Vida pulsional. Nuevas conferencias de Psicoanálisis, (1933)
- Daniel Piasek. Clínica de las perversiones: Coloquio de Verano: Escuela Freudiana de Buenos Aires; Enero del 2000.
- Kohlberg. Los seis estadios del desarrollo moral
- Jacques A. Miller Patología de la ética, , 1997
- Diana R. Kordon, Lucila I Edelman Efectos Psicologicos De La Represion Politica,
- Sylvester Viereck. Entrevista a Sigmund Freud "El valor de la vida". Concedida al George Sylvester Viereck en 1926 en la casa de Sigmund Freud, 1926.
- Michel Foucault. La angustia de juzgar, debate sobre la pena de muerte. Intervenciones recogidas por Catherine David. Le nouvel observateur,1977.
- Sigmund Freud. Duelo y melancolía, [1917], Obras completas de Amorrortu editores.
- Elena Nicoletti. Algunas Reflexiones Sobre El Trabajo Clinico Con Familiares De Desaparecidos. Una Particular Elaboracion De La Perdida.
[1] Situaciones y sucesos concretos cuya descripción no es el fin de presente trabajo.
[2] “Mientras sean desaparecidos no puede haber ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido.” Jorge Rafael Videla en un discurso público de la junta militar.
[3] En el sentido ético, moral.
[4] Jacques-Alain Miller, en “Patología de la ética”, II Encuentro Brasileño del Campo Freudiano, San Pablo, 1989.
[5] Idem.
[6] Como concepto freudiano
[7] Idem 4, pag 67.
[8] Del término tradicional de la medicina psiquiatríca
[9] Zulma Lopez Arranz - La ética del psicoanálisis en el atolladero de una sociedad sin ética
[10] Si bien el Psicoanálisis nació para el tratamiento de individuos, se utiliza, con el nombre de “Psicoanálisis aplicado”, la parte teórica para analizar diversos fenómenos también fuera de la clínica.
[11] Es interesante observar, quizás más aún para el estudiante de Psicología, los juicios a represores y cómo responden estos por sus hechos.
[12] Caso de Josef Fritzl de la ciudad de Amstetten, Austría.
[13] “Mientras sean desaparecidos no puede haber ningún tratamiento especial” J.R.Videla.
[14] Se refleja en expresiones tales como “Nosotros no nos podemos mudar, porque a lo mejor si viene y no nos encuentra?” o “Si se hubiera muerto mi hijo en un accidente, o de una enfermedad, lo comprendería pero así, es algo que no se puede, siempre algo me hace que espere".
[15] Sigmund Freud, Duelo y melancolía, 1917.
[16] Clínica de las perversiones, Daniel Piasek: Coloquio de Verano: Escuela Freudiana de Buenos Aires; Enero del 2000.
[17] La licenciada Marta L.Hoste refiere: “La definición del poder dominante fue: Muerto en enfrentamiento Terrorista-Asocial-Delincuente-Anormal. Es decir que subsumen al desaparecido en la legalidad instituida, usando los códigos de guerra, o penales, o civiles o psiquiátricos, declarando desaparecido habitual un desaparecido que no es habitual”.
[18] Idem.
[19] Sigmund Freud, Angustia y Vida Pulsional. Nuevas conferencias sobre Psicoanálisis (1933)
[20] El avance de la insignificanaia, subcapítulo Insuficiencia radical de las éticas tradicionales, filosóficas o religiosas, pag 257.
[21] Diagnostico fenoménico que en Psicoanalisis clínicamente asemeja a la Perversión.
[22] Apuntar a lo particular del caso, un poco a lo que apunta el Psicoanalisis.
[23] Jean Laplanche en La angustia de juzgar. Debate sobre la pena de muerte.
[24] Sigmund Freud: A propósito de un Caso de Neurosis Obsesiva - El Hombre de las Ratas - [1909] Obras completas.
[25] Aquí entiendo que se refiere a la consciencia del juez como cargo de consciencia o culpa inconsciente que surgiría al momento de juzgar al otro ya que al mismo tiempo inconscientemente se juzgaría a sí mismo, por lo tanto se siente también culpable.
[26] Noticia de tapa de un popular diario argentino.
[27] "El valor de la vida", entrevista inédita al Dr. Sigmund Freud concedida al periodista George Sylvester Viereck en 1926.